Aprovechando que andábamos cerca del embalse de la Bolera y ya habíamos terminado la Ruta de las Cascadas de Guazalamanco decidimos desplazarnos hasta Castril (Granda) para disfrutar de esta bonita cerrada natural.
Antes de llegar a Castril hicimos una parada en el Embalse del Portillo.
Cruzamos el pueblo y dejamos el coche en el Paseo de la voz dormida. Hay una amplia zona de aparcamiento. Desde aquí ya podemos empezar a disfrutar de los sonidos del agua y deleitarnos con la primera catarata.
Seguimos adelante buscando las pasarelas y atravesaremos el Parque de la arboleda perdida. Este parque es la puerta de acceso del sendero de las Pasarelas de Castril.
Llama la atención arriba en la montaña la estatua de un Cristo. Cristo protector del Sagrado Corazón.
Llegamos al punto de inicio de esta corta pero intensa ruta que trascurrirá por una pasarela de madera sobre el río Castril, un puente colgante y un túnel. Un bello paisaje natural integrado en la estructura urbana de la población de Castril. (Indicar que hasta hace una semana la entrada era gratuita, pero ahora cuesta dos euros y medio por el tema del mantenimiento en gastos de desinfección por el problema de Covid).
Encontramos una antigua central eléctrica, excavada en la roca de una de las laderas del cauce.
La primera parte de la ruta ya nos da muestras de la excepcional belleza de este recorrido. Pasaremos por encima del río sobre pasarelas de antiguas traviesas de tren empotradas a la pared rocosa (muy parecidas a las que podemos encontrar en el Caminito del Rey).
Abajo el río trascurre con toda su fuerza. La vegetación de su rivera le da aún más belleza.
Avanzando unos pocos metros nos encontramos con un bonito puente colgante que cruza el río. Llama la atención la cantidad de candados que los enamorados van colocando.
En la otra orilla, encontramos una galería de casi setenta metros de longitud- excavada en la roca
Al atravesarla encontramos un balcón natural desde el que se puede contemplar el último tramo de la estrecha garganta y un preciso salto de agua.
En el último tramo del camino encontramos un antiguo molino que aun conserva la maquinaria. Se ha transformado en un restaurante en el que se puede parar a comer. (Si comes te descuentan los dos euros y medio de la entrada)
Finalmente podemos volver sobre nuestros pasos o subir un empinado camino que sube al pueblo. Ya depende del gusto de cada uno.
En definitiva una corta pero intensa ruta que deleitará todos nuestros sentidos
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